Hace tiempo que llevo advirtiendo de la crisis social a la que nos han condenado la pereza del gobierno del PP y el esencialismo del Govern de Catalunya. La pésima gestión del conflicto territorial, del cuál nadie niega su existencia, produce en ocasiones la aparición de manifestaciones y argumentos que desprestigian a sus promotores y denigran el pluralismo que representa la democracia.
Desgraciadamente hay personas aisladas, que, defendiendo diferentes posiciones, están estos días excesivamente radicalizadas, pero hay otras que rozan la incitación al odio con sus manifestaciones, como el artículo de Jordi Galves publicado en el diario digital elnacional.cat con el titular ‘Cornellà no es como Catalunya’ que me han hecho llegar algunos ciudadanas y ciudadanos indignados. En este artículo se realizan unas acusaciones graves sobre nuestra comunidad, demostrando un total desconocimiento de nuestra realidad y de nuestro grado de cohesión social y madurez personal, dando una visión totalmente distorsionada e imperfecta de Cornellà, y mostrando una osada y total ignorancia tanto de la realidad de nuestra ciudad como de nuestra comarca.
A ese artículo ya se le ha dado respuesta.
Afirmo y defiendo que en Cornellà no existe una comunidad excluyente, xenófoba y totalitaria como una minoría desearía (y con la que, al parecer, sueña despierta), en la que se podría situar al articulista objeto de opinión. Si él es incapaz de encontrar argumentos para esconder sus verdades inamovibles, lo que no puede hacer es atacar a toda nuestra comunidad ciudadana. Nuestra convivencia se basa en el respeto a totas las ideas, de todas las procedencias y a todas las opciones políticas, defendiendo nuestros derechos como pueblo de Catalunya y la cultura catalana en mayúsculas, pero sin renunciar a las tradiciones de nuestros padres y antepasados. La democracia no consiste en suprimir la pluralidad, sino en ampliarla, estableciendo escenarios concretos, transitables, plurales, que nos permitan vivir juntos y mejor.
Hay líneas que no se pueden traspasar, y las manifestaciones de esta persona, tan solo se pueden calificar sutilmente de opiniones de baja calidad democrática.