Ante un fin de semana que muchos aprovechan para desconectar, y al empezar un mes marcado por la Navidad y por mucha actividad festiva, quisiera hacer un apunte menos actual. Hay personas más cómodas en este frenesí, esta sensación de muchas cosas por hacer; y otras que menos, que preferirían anteponer la calma y el silencio. A veces el silencio es necesario, a veces buscamos la tranquilidad, porque son las sensaciones que mejor nos hacen llegar a un estado de reflexión. Muchas veces disfrutar de las fiestas o de la animación no es posible si, en contraste, no podemos descansar, sobre todo en nuestra casa, pero también encontrando un rincón agradable del espacio público.
Por supuesto que no se trata de esperar silencio en cualquier lado, en un rincón de una ciudad del tamaño de Cornellà eso no sería sensato a según qué horas. Se trata más de colaborar, ya que somos un colectivo, una ciudadanía. Se trata de ser más respetuoso con las preferencias de todos.
Para ello es obvio hablar de convivencia y de civismo, porque esas sensaciones son muy subjetivas. En fomentar la conviencia participamos todos, es nuestra manera de relacionarnos con el resto de nuestros vecinos y vecinas, de relacionarnos con la ciudad y de respetarla.
Por descontado que insistimos en ser cívicos, por descontado que a muchos les parece que eso va por otros, pero creo que entender el papel que cada uno juega como protagonista del espacio público y privado, en esto del ruido y del silencio, merece una reflexión y un compromiso personal.