De todas las carpetas pendientes que deberían volver sobre la mesa, en la línea de lo que os comenté en el artículo del pasado 30 de octubre, quizá la más acuciante es la de la salida de la crisis y sus consecuencias. Sobre todo de las condiciones de esta salida, en primer lugar que todo el mundo pueda salir de ella, y en coherencia reducir “el coste de la devaluación social”.
Prácticamente no pasa un día sin que alguien, trabajador, vecino o vecina, nos comente alguna situación familiar grave que tenga que ver con este tema, sean cuestiones relacionadas con la vivienda, la pérdida o temporalidad del empleo, o sean las dificultades para subsistir aun teniendo trabajo.
Hace unos días, el periódico económico Cinco Días concluía que las nóminas se habían reducido un 7,65 de media entre 2008 y 2015. Es cierto que un indicador de recuperación en el camino de la salida de la crisis son los niveles de creación y no destrucción de empleo. Pero también es más que posible que tener empleo, hoy, no sea suficiente para garantizar los niveles básicos de dignidad ciudadana.
Un informe del profesor Francisco J. Goerlich Gisbert, publicado por la fundación BBVA, del que se hacía eco la revista Alternativas Económicas el pasado mes de septiembre, explicaba que el impacto de la crisis en los hogares españoles ha hecho que, entre 2003 y 2013, la “clase baja” (familias con rentas inferiores al 75% de la media) pasara del 31% al 38% del total. Y entre la clase media extensa, muchas familias, aun conservando el empleo, que constituyen la parte “central” de esa clase media, se han desplazado a una posición de riesgo, por la devaluación de los salarios o la imposibilidad de tener uno de forma regular. En riesgo hoy mismo -no hace diez años- de caer más y que cada vez sea más imposible recuperarse.
A principios de 2015 celebramos en Cornellà unas jornadas de debate sobre la pobreza, en ellas ya se habló con bastante detalle de esta situación, y fueron ideas que incorporamos al Acuerdo Social firmado el año siguiente con entidades y agentes sociales. Ahí recogimos una buena serie de propuestas que, paso a paso, conseguimos hacer realidad.
Pero ese esfuerzo tan propio de nuestra ciudad no puede ser solitario. Responder a una crisis y remontar esta situación es cosa de una labor conjunta de todas las administraciones, de poner recursos para ello a nivel general, y de hacer un gran esfuerzo de entendimiento del que nos dan muy pocos ejemplos últimamente.